Nostalgias Pre-Pandémicas

Unas llaves. Aparentemente nada del otro mundo. Pero éstas sí que lo son. De hecho, provienen de otro mundo.

Una es la llave del casillero de una universidad donde dictaba clases. La otra, del taller-oficina que compartía con colegas en otra institución.

Una tarde de Abril del 2020 me notificaron en el aula donde estaba haciendo mi clase: «Profesora, se interrumpen las actividades, a partir de este momento entramos en suspensión de clases por cuarentena. Alumnos, por favor retirarse en orden».

Mis alumnos se fueron un poco disgustados porque se iban a perder la práctica de foto con pinhole (y revelado), algunos incluso se quedaron a preguntarme «cuándo se iba a reprogramar».

Los docentes nos reunimos un momento antes de retirarnos. Algunos tuvimos un pálpito, presentimos que no iban a ser dos semanas como dijeron, ni dos meses: que la suspensión iba para largo. Así que metí todo lo que tenía en la oficina (documentos, fotos, registros de notas, efectos personales, etc.) en una caja, para llevármelos a casa.

Mi esposo me recogió esa tarde de marzo del 2020 con mi cajita de cartón en la que había guardado los objetos de mi vida de profesora. No sabía yo en ese momento que no iba a volver a pisar ese campus universitario, que esa vida a la que estaba acostumbrada se terminaba de un porrazo, sin preparaciones ni rituales de paso ni de cierre. A ese campus no he vuelto hasta la fecha. Al otro tampoco, porque empezamos el ciclo directamente en modo virtual. Siguieron dos años de aislamiento y virtualidad.

Todo, todo tiene su final, lo bueno y lo malo. Pronto todos volverán a los campus a sus clases presenciales. Yo no. No volveré, al menos no por ahora. Porque iniciamos mi marido y yo otro proyecto y estamos dedicados por completo a eso, a hacerlo funcionar por fin.

Hoy me encontré con esas llaves, objetos de los que ya nadie (ni yo) se acuerda. Se quedaron guardadas en mi casa de Lima, porque como nunca regresé a los campus universitarios, nunca hubo ocasión de devolverlas. Me trajeron mil recuerdos y me embargó la nostalgia.

Estas llaves me recordaron todo eso (y mucho más) hoy. ¿Alguien me puede explicar por qué, si mi familia sobrevivió, si me ha ido bien y soy feliz, los recuerdos me hicieron derramar un par de lagrimitas?

Yo siempre he dicho que hay que estar preparados porque la única constante en esta vida es el cambio. Pero hay una versión oscura de ese mismo concepto, y es: todo lo que uno cree que tiene hoy, se puede hacer humo en un segundo. La pandemia nos ha movido el piso a todos, de mil maneras.

Es verdad que yo ya estaba cansada de enseñar y quería cambiar de actividad. Pero el que el cese fuese en esas circunstancias tan súbitas, y con una pandemia que se estaba llevando a tanta gente lo hizo especialmente duro.

Y es ahora cuando empezamos todos a sentir las consecuencias emocionales y de salud mental de la pandemia y de todo lo que ésta trajo consigo… y también de todo lo que se llevó.

Y ustedes, ¿también tienen algún objeto, o foto, o etc. que les dé nostalgia pre-pandemia?

2 comentarios sobre “Nostalgias Pre-Pandémicas

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  1. Ay Isa… Hiciste que mi corazón se haga como pasita. Nostalgia a mil.
    Hace poco moviendo las cosas para sacar la ropa de invierno, encontré la lonchera de mi hija, ella estaba en 5to de secundaria en el 2020, incluso se inscribió en danza, sería su último baile, su último desfile escolar, ese viaje de promo que se espera durante 11 años, el último día de clases escolares , no, eso no pasó.
    Si, de vez en cuando limpiamos el alma.. Así lo llamo cuando una que otra lágrima roza mis mejillas.
    Besos y abrazos a la familia.

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