Recuerdos Azules: Rafael Santa Cruz.

Rafael Santa Cruz
Rafo «haciendo escuela», algo que empezó a hacer desde muy joven. Siempre tuvo muy presente la necesidad de enseñar a las nuevas generaciones. (Foto del Facebook de Rafael Santa Cruz).

Conocimos a Rafo (y su hermanito Octavio) allá en el barrio, en Breña, desde chicos. Nos llevaba muy pocos años de vida, pero muchos de ventaja y experiencia en el arte, y ya desde ese entonces (junto con otros muchachos de aquella parroquia), se ocupaba no sólo de transmitir esos conocimientos (y el legado de su familia), sino de formar personas a través del arte.

Sin embargo, nosotros no teníamos mucha idea en ese entonces del linaje artístico que Rafael Santa Cruz y su parentela traían detrás. Para nosotros él era simplemente «Rafo», el que actuaba, cantaba, guitarreaba y cajoneaba (y hasta jugaba básket), nuestro amigo del «Grupo Azul», el grupo parroquial que nos dio una segunda familia y un lugar seguro donde nos divertíamos haciendo deportes, teatro, música, etc., en vez de andar por las calles metiéndonos en problemas.

Rossana, Carlos, Rafo, Alejandro, Raúl, Víctor, Jorge (Jorge, más conocido como «Papín»), Guillermo («Memo»), Luis, Lalo, Rosa, Charo, entre otros, eran algunos de los animadores que tuvimos, cada uno aportando el granito de arena de sus conocimientos, habilidades, y sobre todo, del cariño con que nos dedicaban su tiempo, en coordinación con los jesuitas de la parroquia.

Evidentemente, el tiempo pasa. Todos nosotros crecimos, física, personal, espiritual y profesionalmente, y salimos del barrio a buscar y forjar nuestros destinos. Aunque ahora andamos desperdigados por el país y por el mundo, la partida de Rafo nos ha reunido nuevamente para intercambiar toda clase de recuerdos comunes y reflexiones personales.

Una cosa que Rafo siempre tuvo clarísima, y que creo que es su más grande legado, es la necesidad, la urgencia, de no ignorar nuestras raíces, personales y culturales: quiénes somos y de dónde venimos. Como leí en alguna parte, ningún árbol puede crecer muy alto ni fructificar si no tiene raíces sobre las cuales crecer. Todos tendríamos que ser conscientes de la enorme importancia que tiene el conocer y valorar nuestras raíces, no sólo en el desarrollo de nuestra identidad personal, sino en el futuro de nuestras comunidades, de nuestros países.

Y a pesar de nuestra pena como amigos, para nosotros los creyentes este paso que ha dado Rafo no es un fin sino un principio, y en este sentido me quedo con las palabras de nuestra amiga Rossana Morales:

«gracias a Dios porque tuvimos la suerte de tener a nuestro lado una persona tan especial como fue Rafael, como dicen todos Un Grande, Un Maestro, un hombre que cumplió muy bien su misión. Pasó por este mundo haciendo el bien como Jesús.»

Y sí, Rafo, el consuelo que nos queda a los amigos es saber que tu vida fue todo lo que quisiste que fuera: que eres un ejemplo de que los únicos obstáculos reales en la vida son los que uno mismo se pone (o aquellas cosas que uno de verdad cree que son obstáculos), de que hay que tener fe en uno mismo y en lo que uno hace, de que todo es posible con trabajo y fe. Tuvimos el privilegio de conocerte y de llamarte amigo, y parte de tu legado humano se queda con nosotros. Hasta pronto…

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