Lima, ciudad hostil. Los limeños nacemos con chip incorporado e instintivamente sabemos desenvolvernos en este caos salvaje, siendo el peor de todos, sin duda, el gravísimo problema del transporte urbano.
El problema es que a veces de tanto vivir en la selva de cemento nos volvemos absolutamente primitivos; nos dejamos gobernar por el cerebro reptiliano. Súmenle a eso el bajo nivel educativo y nuestra clamorosa tendencia a regirnos por la ley del embudo a la peruana («lo ancho pa’ mí, lo angosto p’al cojudo») y tenemos una bonita situación.
Pero no, no hay que dejarse apabullar, no hay que perder el charm. Les cuento:
Me dirigí a pagar a la Caja Preferencial del supermercado pues sólo había una señora pagando allí. En eso, de la nada salió una mujercita de no más de 30 años a increparme muy airada «señora, esta es la caja preferencial»
Debí espetarle un descaradísimo «estoy embarazada», pero como mi limeño encanto me impide ponerme al nivel de las mulas, le dije amablemente:
– Lo veo, pero no hay nadie que necesite preferencia en este momento. Si viene un anciano, una embarazada, un discapacitado o persona con bebé, lo dejaré pasar.
– Usted acaso está con niños? (levantando la voz) Yo tengo aquí a mi niño! –y señaló a su «niño», un vándalo de unos cinco años, que jugaba entretenido como a diez metros de ella y no se enteraba de nada.
El necio multiplica las palabras dice el Antiguo Testamento. De modo que me limité a decirle:
– Pase usted.
Obviamente que la belicosa mujercita ésta se esperaba de todo menos que fuera amable con ella. Se puso de todos los matices del rojo, se cortó todita y se quedó sin palabras, y luego intentó entre tartamudear y murmurar algo que creo que fue un intento de decir «gracias» que iba más allá de sus posibilidades 🙂
Y, no sé, es verdad que me demoré unos cuantos minutos más, pero salí tranquila y con la sensación de que quien había pasado un mal rato había sido ella, no yo. Cierto que soy muy capaz de enojarme, ponerme como una fiera y saltar hasta el techo a veces, pero 1) no por pequeñeces y 2) ciertamente no empujada por el estrés ajeno. Que se compren su punching bag…
A mí me pasó lo mismo con una anciana hace unos meses. La tía no leía que el letrero dice «preferencial» y no «exclusiva». Finalmente, en este caso es comprensible, a esa vieja de mierda no le debe quedar mucho tiempo de vida.
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Por eso es que yo NUNCA voy a la caja preferente. Como el otro día, que le dije a una señora de blancos cabellos que fuera a esa caja (que además estaba sin gente), en vez de esperar a que la persona de adelante terminara su compra. Me espetó un agresivo «¿por qué no te vas tú?»
No estaba con ganas de pelear (cosa rara en mí). Así que mientras pagaba en la caja del costado, vi que la mujer seguía esperando. En eso, sentí que me hablaba: «ahora entiendo por qué me mandabas a esa caja: es la de atención preferente».
Ya le iba a decir que si me hubiera escuchado, ya la hubieran atendido cuando me pidió disculpas en otro tono, totalmente conciliador.
Espero que haya aprendido algo esta agresiva mujer.
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Te invito a leer mi lista de nuncas:
http://seisdeenero.blogspot.com/2010/07/lista-de-nuncas.html
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Yo nunca voy a las cajas preferenciales. siendo hombre y medianamente joven, siempre viene alguien con preferencia y termino esperando más de la cuenta.
Por suerte aun no me he topado con nadie así de agresivo en ningún supermercado.
Saludos.
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Di la verdad.. lo que pasas es q ya estas entrenando, no? jajaja Oooops 🙂
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