I
Mirar al futuro es una cosa buena, se mire por donde se mire. Pero hay miradas y hay miradas, y hay futuros y hay futuros. Y definitivamente no es igual mirar al futuro a los 24 años que a los 44, porque las expectativas y los plazos son muy, muy distintos. Sin contar con que las responsabilidades en ambos momentos de la vida también son bastante diferentes.
A los 24 uno todavía cuenta con cierto apoyo de los padres, de la familia. A los 44 son los padres los que cuentan con uno, por no mencionar a los hijos, lo esperan todo.
A los 24 una cruza los dedos y espera que el anticonceptivo no falle y que la regla llegue puntual. A los 44 lo que una espera es que la regla no se vaya a presentar de improviso, cuando una no está preparada. Porque uno de los recordatorios de que nuestros cuerpos ya no son tan jóvenes es eso, precisamente; los periodos enloquecidos, o los manchados intempestivos, producto de las fallas hormonales propias de la edad, y que anuncian que vamos derechitas hacia la menopausia.
II
Cuando yo tenía 24 años, mi amiga Juanita ya estaba en base cuatro, ya tenía sus dos hijos, y no sé si ya tenía síntomas de menopausia o no, pero sí sé que tenía una larga historia de problemas con su plomería femenina. Muy consecuente con su carácter guerrero y radical, nos decía, después de pasar por una histerectomía:
– Es lo mejor que pude hacer. Ustedes ya saben; tengan un par de hijos y después sáquense todo. Adiós problemas, médicos, anticonceptivos, cánceres, etc.
Veinte años después, ahora yo soy la que está en base cuatro y con problemas en mi plomería, pero ni por asomo tengo el recio carácter de Juanita para pensar en «sacarme todo» como si fuera sacarse una muela. Pero encuentro con que los médicos recomiendan las histerectomías por un quítame allá esas pajas, y de hecho, a muchos de ellos les parece la mejor opción.
De cara a la menopausia, efectivamente parece ser lo más práctico. Pero esta es una decisión muy personal, y yo particularmente no siento que se pueda tomar a la ligera. Yo rehusé una cesárea y escogí tener un parto vaginal porque no quería cortes, operaciones, posoperatorios ni cicatrices; no quería convertir en un acto médico algo que es, por naturaleza, un acto fisiológico. Y por ese mismo criterio de intervenir en mi cuerpo lo menos posible, de convivir con mi cuerpo respetando su integridad, es que no me atrae la idea de someterme a una histerectomía (a menos que fuera una situación límite, de vida o muerte, que no es el caso).
III
Ergo, mi opción por ahora es aprender a convivir con estas molestias, que después de todo tampoco son la gran cosa (al menos por ahora). Siempre he creído que envejecer con gracia es algo que todos deberíamos aprender, y como que ya me toca el turno de empezar. Pero, ¿saben qué? La naturaleza es una gran sinvergüenza. Mientras todo esto le sucede a nuestros cuerpos, de ánimo nos sentimos igual de entusiastas y animosas que a los 25, sólo que un poco más sabias y con menos dudas, sin tantas inseguridades. Porque a esta edad ya no tenemos que probarle nada a nadie, y además ya conocemos perfectamente nuestras capacidades y limitaciones. De modo que cuando nuestros cuerpos nos envían estas pequeñas señales de que el tiempo pasa, nos resultan difíciles de tomar en serio. Ni siquiera porque vemos también envejecer a padres, cónyuges, parientes y amigos…
IV
Así es, pues. Aunque sea lugar común decirlo, el tiempo pasa muy pronto. Mientras yo me detengo a ver llegar la segunda mitad de mi vida, mi hija acaba de cumplir siete años. Me parece que no hace mucho que aprendió a caminar… ella sí que tiene toda la vida por delante, y es por ella que a veces miro al futuro con algo de preocupación. Yo creo en ella: no me cabe duda que mi hija se abrirá paso en este mundo y será libre de ser todo lo que ella quiera ser. Lo que espero, como esperamos todas las madres, es que el mundo sea digno de tener una habitante como ella. Y que aún si eso no ocurre, como suele suceder, mi hija sepa ser siempre fiel a sí misma, que sea consecuente con las cosas en que crea, y que siempre tenga ánimos para seguir su estrella, sin desalentarse ni dejarse desviar por los cantos de sirena que escuchará por todos lados. Y obviamente, que sepa tener el coraje de levantarse y volver a empezar cada vez que sea necesario. Para eso estoy aquí: para acompañarla, orientarla, darle las herramientas necesarias para este duro oficio de vivir, y apoyarla hasta cuando ya no me necesite.
V
Y mientras tanto, sigo haciendo planes para mi vida. Tal como escribí alguna vez, mientras la Parca no venga por mí, prefiero mirar hacia adelante… con el mismo entusiasmo de siempre. Porque no quiero acabar convertida en una vieja renegona de miércoles de esas que nadie soporta.
Nos vemos pronto…
.. Pero ya no lo eres? jajaja 🙂 Buenas reflexiones Isa, me quedo con eso de la mente de 25, por que si bien la mayor parte del tiempo me siento así también, hay momentos en q me parezco más a mi abuela y me agarra el stress de qué puede haberle pasado a alguna hija si es que está demorandose más de 15 o 20 minuto de lo normal en regresar a casa. Saludos.
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Ay, querida, yo con una chica adolescente y un chiquito de 5 me siento como de 25. Pero cuando llegue a los ochenta espero seguir pasándola muy bien, y que ese estado de la premeno y la meno pase como una noche de verano. Besos.
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Yo miro a mi suegra que a sus 80 años «internetea» hasta las 3 de la mañana,
miro a Mamuska que a sus 60 baila desde el Rock de la Cárcel hasta La Pollera Colorá como en sus mejores épocas,
y tú a tus cuarentas ¿te siente «vieja»?, ya puesssss.
A los cuarentas puedes hacer lo que quieras,
sin las dudas de los treintas
ni la inexperiencia de los veintes.
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¡Sos una nena! Y te lo digo yo… con bastantes más añitos
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Yo se que este tema es estrictamente femenino, pero tu tema suena interesante desde el punto de que un hombre no sabe las luchas que tiene que seguir una mujer. Y uno las contempla tan lindas y felices y perfumadas y llenas de luz. La juventud del alma dicen.
Chinasklauzz
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