
Aquel día de 1982 en que acompañé a mi madre a recoger su nuevo VW Escarabajo, no podía imaginarme que 34 años después estaría yo cruzando los Andes Peruanos en ese mismo vehículo, y no por primera sino por tercera vez, en compañía de mi esposo y mi hija. El autito, manteniéndolo bien con piezas originales y mecánicos competentes, está en tan buen estado que nos ha llevado a muchos sitios ya, y esta vez decidimos volver a enrumbar hacia la selva.
Lo que no está tan bien (mejor dicho, nada bien) es la Carretera Central, que no se da abasto para tanto vehículo, incluyendo camiones gigantescos. Y lo que está peor es el criterio de las autoridades a cargo de esta principal vía, que programan trabajos de mantenimiento a destiempo y en plena temporada alta.

Nada más salir de Lima ya nos encontramos con una procesión, y a partir de Matucana las paradas programadas por los trabajos de reacondicionamiento eran insufribles: como mínimo 12 parones (la verdad es que perdí la cuenta) y de unos 30 minutos de duración.
Fue un arranca-y-para prácticamente desde Matucana hasta Ticlio. La situación se ve agravada por conductores que van «al caballazo», como uno que al salir de una de estas paradas nos adelantó por la derecha «a lo bestia» y me dejó el parachoques como ven la foto siguiente.

Mi único consuelo fue que el muy salvaje se llevó un raspón enorme en su pintura, y que de la inmensa rabia se me salió todo lo achori que el barrio me dejó y le grité zambacanuta y velaverde y lo mandé a la CSM y a la PTM, y menos mal que el machete lo traía yo en el maletero, porque si hubiera estado más accesible creo que le destrozaba las llantas (suspiro) o si podía lo mataba…

Y entre parada y parada por los trabajos de reacondicionamiento, la peor de todas fue ya casi en el mismo Ticlio. Nos pasamos casi tres horas parados allí, no solamente por lo inoportunidad y mala organización de de estas obras, sino por la estupidez e incivismo de tooooodos los «vivísimos» conductores que veían la fila de autos detenidos y no se les ocurría pensar que era por algo, sino que alegremente aceleraban para adelantar por el carril izquierdo… y formaban un tapón en los dos carriles, de modo que cuando tocaba que pasasen los vehículos que retornaban, les era imposible porque no había por dónde pasar.
No había policía ni nadie que apoyase: únicamente las cuadrillas de trabajadores de Provías y de Deviandes, que pasaban en medio de los vehículos rogando a los conductores que retrocedieran o se pusieran a un lado para despejar la vía. No es la primera vez que veo que esto sucede, pero sí la primera vez que me sucedía a pocos minutos de Ticlio, a casi 5,000 msnm.

Pero como todo tiene su final, finalmente pasamos y nos detuvimos un momento en el mismo Ticlio, a hacernos la foto de rigor. Nos encontramos allí con una prima de mi carrito: una camioneta Kombi de 1974, que se dirigía a Junín. Resulta que en la región hay todo un movimiento de restauración de estos autos (aquí los lugareños los llaman «sapitos» y los aprecian mucho), y cada 29 de Julio celebran un rally que consiste en rodear el lago Chinchaycocha (el Lago de Junín, vamos). Nos invitaron a participar; pero ya será para una próxima ocasión.
Resultó que en ese pueblo perdido en medio de la pampa hay un taller especializado en Volkswagen: pero de esto les comentaré en el siguiente post.
Por ahora mi consejo es: eviten la Carretera Central hasta nuevo aviso, ¡ya parece la sucursal de la Javier Prado en hora punta!
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