Y ya se acaba de pasar otro verano!
Íbamos a la playa, en el auto, con mi hija y su amiga del alma: nos dirigíamos a una de las muchas playas de la Costa Verde, adonde mi madre solía llevarme en mi niñez. El sol, la hora, las risas de las nenas, el paisaje, todo me transportaba a mis propios años infantiles, cuando mi madre iba al volante del viejo Peugeot y hacíamos esa misma bajada, solas o con mis primos y mi amiguita Rocío amontonados en el asiento de atrás.
En eso, la amiga de mi hija preguntó:
– Señora, ¿puede poner su CD de Michael Jackson?
Michael Jackson, el Rey del Pop de los 80’s. Me divierte que a una nena le guste. En fin, empieza a sonar Beat it en el estéreo del auto y de pronto me siento transportada a los veranos de mi primera juventud, mis 17, 18, 19 años, con los nuevos amigos de la universidad, con quienes tomábamos en aquella época el bus del Servicio de Playas de la desaparecida empresa Enatru Perú, que nos llevaba desde San Felipe, por toda la Costa Verde, y hasta La Herradura.
Nos bajamos del auto, nos instalamos en la playa, y los recuerdos me siguen fluyendo.
En medio de la algarabía playera, las nenas salen disparadas a escarbar un pocito en la orilla, donde llega la espuma de las olas. Tal como hacía yo de niña, la antigua versión del mismo juguete, el «Rasca Playa».
En medio del calor y la modorra que me invaden, arrullada por el sonido de las olas, veo una niña con sombrero y ropita de baño, escarbando feliz en la playa, que ríe y llama a su madre.
¿Es mi hija? ¿Soy yo, llamando a mi madre? Podría ser cualquiera de las dos. Hay vivencias y sensaciones que son universales en esta espiral en la que todos giramos. La playa, los recuerdos, el sonido de las olas, el olor del mar… todo conspira.
Finalmente, hay que volver a casa. Ya regresaremos otro día. Y en el camino de regreso vengo pensando que pronto, muy pronto, mi hija será una jovencita, y como hicimos todos, ya no vendrá conmigo a la playa, sino con los amigos. Le pido a Dios y al Universo que la acompañen y la iluminen para que los sepa escoger bien.
Ay, este verano se ha pasado demasiado, demasiado rápido…
Me encantó. El tiempo pasa así, sin que nos demos cuenta.
Saludos
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Es la vida que da vueltas, en una espiral indefinida.
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En los últimos tiempos he sentido como nunca que 20 años no es nada porque a mí se me han pasado sin darme cuenta. Como nada.
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Lindo, el tiempo pasa muy rápido amiga querida, tan rápido que da miedo.
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