Esto de ser una coffee lover a veces es un problema: creo que el 80% de veces que me sirven una taza de café, ya sea en cafeterías u otros sitios supuestamente especializados o gourmet, no quedo contenta. O no es el punto del tostado, o lo han colado muy rápido, o la molienda no corresponde a la cafetera, la calidad del café es muy ácida, o tiene demasiada agua, o es puro aroma y casi nada de sabor, o lo peor, tiene sabor a cualquier cosa menos a café… etc.

Hablo por supuesto del café que todo adicto al café prefiere: puro, el expresso, o en todo caso el Americano (mezclado con agua). Porque en todas las demás preparaciones, con tanta crema, esencias, jarabes, etc., que le ponen al café que sirven, no se siente el verdadero sabor; así que en realidad no importa si le ponen café de última calidad.
Y esto lo saben bien algunas de las grandes cadenas de café, que cobran precios bastante altos con el pretexto del fair trade («comercio justo», idea buenísima pero que no me consta que de verdad lo apoyen) por servirnos tazas que nos entran por los ojos, decoradísimas de lujo, que quedan preciosas en la foto y que impresionan al cliente con la crema batida y la cerecita para que pague sin protestar, pero que de “buen café” no tienen en realidad mucho. Al menos no para mi gusto. Ya casi prefiero cualquier cafetín de mercado de barrio, donde al menos sabes que no te meterán cuentos, que lo que francamente te servirán es café instantáneo (o el humilde “Cafetal”): sabes qué esperar y no te decepcionas.
Prefiero de largo el café de mis caseritos. Uno me trae café de Quillabamba, y el otro me lo trae desde el valle del Perené. Y cuando no los ubico, o cuando no me pueden traer nada, hay unos cafés que venden en supermercados que son bastante decentes. No son taaaaaan aromáticos, pero el sabor es lo que cuenta (no quiero hacer publicherry a marcas, sólo diré que uno viene en bolsa roja y el otro en bolsa azul). Quedo más contenta, y sin hacer tanta alharaca consumista.
Me gusta el tostado medio, la molienda mediana, y prepararlo yo misma en mi cafetera “prensa francesa”. De este modo puedo, además, hacerlo más o menos cargado, de acuerdo a mi gusto, el momento y mis necesidades. Porque no es lo mismo las 7am que las 2pm o que las 6pm. Y porque cuando estoy en modo escribiente-creativo, puedo beberme varias tazas…
Y sí, el café es otro de esos temas que siempre da de que hablar. O de qué escribir. Aquí tienen un enlace a un post mío (en mi viejo blog) de 2008, acerca del querido cafecito…
El café es algo que no me gusta ni me gustará jamás. Me alegro por mí, pues siempre veo que los amantes del café se quejan de que «este no es tan rico», «el otro es mejor», etc.
Una buena taza de leche caliente siempre será una buena taza de leche caliente. Y siempre sin azúcar… menos edulcorante.
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Soy una adicta, qué puedo decirte… 🙂
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vaya yo era feliz tomando mi cafecito instantáneo y diciéndome a mi mismo que cuando me mude me compraré una cafetera para tomar cafecito pasado que es riquísimo, pero no sabía que la cosa era tan complicada 😦
Saluditos
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Ya pues Clonpi, no te me traumes 🙂 Lo que pasa es que yo ya soy viciosa…
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