Facturas y escapes.

estrésSi hay algo que nunca escasea en esta reputísima carrera que es la vida, aparte de los obstáculos y las zancadillas, son las facturas. Y no me refiero solamente a esos infames papeles que tenemos que resolver todos los días, sino también a aquellas que involucran nuestros cuerpos, nuestras emociones, nuestros seres queridos.

Hace tiempo ya que sé muy bien que tengo que sacar el pie del acelerador y bajarme a ver el camino para ver bien las señales, para no equivocarme de desvío, para estirar las piernas y darle un descanso al motor; hace tiempo tengo bastante claro que ni yo ni mi, digamos, vehículo, vamos a aguantar mucho tiempo más el ir a esta velocidad con todas estas cargas encima. Cualquier día vamos a reventar.

Tengo que hacer un cambio: tengo que encontrar soluciones, repartir cargas, detenerme. El único problemita es que así como están las cosas, no encuentro alternativas para hacerlo.

Si sigo adelante, tarde o temprano me quedo sin motor y se me vendrán encima las facturas relacionadas. Y si me detengo, es probable que me quede varada en la ruta y que se me vengan encima muchas otras facturas.

Sin contar con los dueños de algunas de mis cargas, que me van a reclamar. Y sin contar con que algunas de mis cargas son absolutamente perecibles y, si no las llevo a su destino a tiempo, la pérdida para mí va a ser imposible de asumir, no digamos recuperar.

El caso es que, por más que uno se cuide, por más ejercicio, comida sana, pensamiento positivo y demás rollos holísticos a los que se recurra, el cuerpo no se engaña. El cuerpo avisa. Y ya hace tiempo que este viejo cuerpo me envía señales. Y yo me hago la loca y no me doy por enterada. ¿Para qué? Aparte de echarme un poco más de café adentro, tratar de no abandonar mi rutina de ejercicios o hacer alguna siesta de 15 minutos cada dos años, es poco lo que puedo hacer en las presentes condiciones.

Y de hecho, al mundo que me rodea –fuera de los tres gatos que me quieren– le importará un pito si reviento. Más bien algunos se frotarán las manos pensando en los trabajos que dejo disponibles.

No tengo ni la más puta idea de por qué estoy escribiendo esto: no tengo idea en estos momentos de cómo solucionar estas cosas. Lo único que sé es que me gustaría poder trabajar un poco menos, sólo un poquito menos…

Una se acostumbra a echarse todas las facturas dentro del costal y seguir p’alante pero a veces también una se siente muy, muy cansada… ¿Saben qué? Tengo la teoría de que Gustavo Cerati no despierta justamente porque está harto, porque no quiere tener que ver más facturas, y porque… porque a veces estar así despierto / es un delirio de condenados… Y ya los dejo con esta genial versión en vivo de «Prófugos».

ooo

3 comentarios sobre “Facturas y escapes.

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  1. Vaya que a la burbuja recargada se le ha perdido el enchufe. Digamos que uno tiene que darle gracias al destino porque tenemos trabajo y hacemos lo que mejor nos gusta. Pero no es cierto, ademas queda la condición de que esto en algún momento nos llegará a cansar por muy bonito y ordenado que sea. No creo comprender lo que sientes pero sumo a las voces que te dirán en algún momento, sigue adelante, porque atrás no queda nadie más.

    Chinasklauzz

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