Sobre Cusco, desde mi escritorio.

Ha sido una de las semanas más agotadoras de los últimos meses para la gente de prensa. Por lo menos para los que nos tomamos nuestro trabajo en serio, creo que ha sido lo más agotador desde Bagua.

Mirando más allá de mi ombligo, de mi escritorio, de la pantalla de mi computadora, de mi oficina, entro al tema; creo que cualquier persona que de un modo u otro trabaje en prensa estará de acuerdo conmigo en que tener que informar de catástrofes como la de Cusco o tragedias como Bagua resulta muy agotador físicamente (por la cantidad de horas extras de trabajo), y mentalmente (por la cantidad de datos que hay que buscar, verificar, procesar, analizar, aceptar, descartar, comparar, relacionar, etc).

Pero sobre todo, emocionalmente. Porque es imposible ser frío, no conmoverse al ver lo que otros están sufriendo, para ver lo que sucede y no sentirse impotente; y porque muchas veces como periodistas tenemos acceso a informaciones que nos producen infinita rabia e indignación, pero, por «N» razones y códigos, no podemos lanzarla en los reportes así nada más,  aunque haya indicios bastante razonables, antecedentes e hilos conductores lógicos y coherentes.

Y porque, pese a todo, a pesar de todo esto, tenemos que mantener la cabeza en su lugar y cumplir con nuestro trabajo, Y a veces sentimos que se espera tanto de nosotros, que es un poco abrumador. Y, con todo, tenemos que saber separar responsablemente el grano de la paja y proveer la información, sin faltar a la verdad.

Porque cada uno de nosotros sabemos, en nuestra conciencia (nuevamente: los que nos tomamos nuestro trabajo en serio), si la información que lanzamos es verdad o no. O si es parte del juego interesado de alguien.

Volviendo a Cusco, el momento noticioso, la fotografía del desastre en la portada, ya pasó. Nuestro trajín en la cobertura ya pasó lo más álgido; dentro de poco el río Vilcanota volverá a la normalidad y la noticia será otra, porque este negocio, aunque pueda sonar feo decirlo y admitirlo, vive de las noticias frescas, y especialmente de las grandes noticias (que no siempre son buenas). Se saldrá otro río, habrá algún terremoto o huayco, y la gran atención mediática se irá a otro lado.

Pero para los miles de damnificados de Cusco, el esfuerzo de reconstruir sus vidas recién empieza. No los olvidemos. Ahora toca hacer seguimiento de su situación, ver si efectivamente reciben asistencia para seguir adelante, o si en cambio los dejan abandonados a su suerte o, peor aún, si se usa su tragedia con mezquinos fines políticos. Aunque tal vez haya a quienes no les guste que esto se siga reportando.

Los dejo con una de las maravillosas, elocuentes y terribles fotos de Andrew Dare.

P.D: Quiero agradecer públicamente a todos los tuiteros y blogueros que estuvieron apoyando en la recopilación y verificación de datos. Gracias.

Hasta pronto.

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6 comentarios sobre “Sobre Cusco, desde mi escritorio.

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  1. Qué interesantes reflexiones.
    Por lo general, leemos la noticia, nos conmovemos… y seguimos con nuestras vidas. Mientras tanto, el drama no termina para los que lo viven todos los días en todo momento. Ojalá que todo este esfuerzo no termine una vez que las cámaras y los reflectores estén apuntando hacia otro lado.

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  2. Como siempre Chabe, interesante reflexión, lamentablemente los medios de información no han hecho eco de la desgracia y se han mantenido lejanos y con una indiferencia glacial ante esta catástrofe que está afectando no sólo a Cuzco que es la joya del Perú, sino también a pueblos muy pobres como Apurímac, Huancavelica y Puno.
    Yo sólo agregaría una cosa: esta desgracia es tan grande como la ocurrida en el 95 en el norte del país, pueblos enteros arrasados por la furia de la naturaleza y cientos de familias sin nada, tan solo con el temor ante un mañana incierto.
    Qué nos toca a nosotros?, dejar nuestro paquetito en la esquina del canal o dejar un poco de dinero en una cuenta del banco?, tan sólo eso?, yo creo que debemos hacer conciencia de lo que está sucediendo a la Tierra, a nuestro mundo, a nuestra casa, debemos buscar la forma de llamar la atención ante el cambio climático ya iniciado, somos uno de los 5 países en el mundo que seremos los más afectados, tenemos que levantar la voz para hablar por la Tierra, por nuestro hogar!

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  3. Por supuesto querida Isa, es imposible dejar de conmoverse por cada tragedia que pasa por nuestro quehacer periodístico. Resignarnos a ser pasivos registradores de la realidad, ignorar que el mundo se destruye y no hacer nada nos hace màs culpables que el resto de la gente, porque manejamos toda la información que nos da cuenta de la manera absurda en que el mundo se destruye. Fuera del escritorio, nuestra vida diaria debe guiarse por los principios de conciencia. Este, nuestro gran hogar, se extingue y eso da mucha pena.

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  4. Lamentablemente las repetidas desgracias naturales no motivan a los sucesivos gobernantes a implementar políticas de prevención y apoyo, sino que solo son motivo para el figuretismo político; entonces los desastres naturales se convierten en fiestas mediaticas donde la prensa compite por ser el primero en poner una cámara, en entrevistar a la regordeta autoridad o armar su toldito de donaciones.

    Es tarea de la prensa (de la de verdad) mostrar la verdad de los desastres, las necesidades de los afectados y de la corrupción que impide la ayuda oportuna y desinteresada. Lamentablemente la crisis mundial también es causa (y efecto) de la escasez de periodistas.

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