Corría el año 1982: no hacía mucho que la televisión a color había por fin llegado al Perú. La Teletón andaba recién por su segundo año, acabábamos de tener un Miss Universo en Lima y un Mundial de Vóley (Perú quedó segundo) ambos en el Coliseo Amauta, ambos en nuestro país, y era también el año en que estaba en Quinto de Secundaria. Acababa de cumplir mis sweet 16 y todo era posible. Demás está decir que yo lo sabía absolutamente todo y estaba lista para salir a comerme el mundo… después de arreglarlo, claro.

Mi generación vivió el nacimiento de los videojuegos, y también su primera y prodigiosamente rápida explosión: después de «Pong» (que para los estándares actuales sería el colmo del aburrimiento) vino una primera evolución muy rápida y pronto, muy pronto, tuvimos en Lima las versiones chicha-locales de los pinball o arcades estadounidenses, que acá se conocieron como «pinbol».
Por aquellos años empezaron a proliferar salas de videojuegos. Las primeras abrieron en Miraflores, si no recuerdo mal. Pero poco después se podían encontrar en todo Lima; a la vuelta de nuestras casas y muy especialmente cerca de academias y colegios, para horror de padres y profesores.
Nunca supe por qué muchos de nuestros mayores tenían una imagen pésima de estos lugares, y los consideraban casi como antros de vagancia o mal vivir. Se iba en grupo, con la patota de amigos, haciendo chancha (colecta) para jugar, procurando que los padres no se enteraran.
Yo vivía en Breña, y allí en mi barrio la gente no tenía Atari en sus casas, como sí tenían ya algunos muchachos de otros niveles socioeconómicos. Sin embargo, de hecho que parte del gran atractivo de los «pinbol» era que se veían juegos que no se podrían haber tenido en esas primeras consolas Atari domésticas de entonces. Pero, pese a todo, contra lo que muchos mayores creían o temían, el «pinbol» de la esquina nunca fue para nosotros una cosa tan-tan adictiva: no lo teníamos metido dentro de la casa, sino que había que salir a buscarlo a la calle. Sí, nos gustaba, sí, jugábamos con gran placer, pero eso de quedarse toooodo el fin de semana metidos en el pinbol compitiendo unos con otros era para nosotros los del barrio algo que sólo se veía en el cine, o que en todo caso era pura mariconada de pituquito… porque para eso había que gastar plata.
I got a pocket full of quarters, and I’m heading to the arcade.
I don’t have a lot of money, but I’m bringing ev’rything I made…

Sí, se fumaba, y mucho; drogas, tal vez había (de hecho, en el barrio había), pero no me consta, nunca me las ofrecieron; no, no se vendía licor pero la gente muchas veces llegaba ya bien sazonada; escándalo, gritos y música, desde luego que abundaban, ya que la concurrencia era mayoritariamente masculina.
Sin embargo, para quienes crecimos en esa esquina de la Avenida Venezuela, el pinbol era una estación, un sitio donde pasar el rato, un punto donde reunirse con los amigos y entretenernos mientras esperábamos (en vez de estar «hueveando» aburridos en la calle) que toda la manchita llegara para irnos todos juntos a otra parte. Otra parte como alguna fiesta, o el cine, por ejemplo.
En esta época inocentona, la de la plenitud del reino hasta entonces indiscutido de Atari, ni soñábamos aún con los tremendos juegos que años después lanzarían Nintendo, Playstation, Sega y otros fabricantes. Faltaban muchos años todavía para que llegaran Mario Bros y Street Fighter: mi generación jugaba Space Invaders, Asteroids, Donkey Kong, entre muchos otros. Y por supuesto nos vacilábamos de lo lindo con el archi mega super extra hit de los videojuegos de aquel entonces, es decir, como todo hijo de los tempranos 80’s sabe, nada menos que ¡PacMan!
I’ve got PacMan Fever / And it’s driving me crazy…

“PacMan fue el juego que inició la pasión por los videojuegos”, dicen que dijo Jeff Bell, Vicepresidente de Marketing de Microsoft. De hecho, fue tan grande la pegada de PacMan que hasta tuvo su canción: «PacMan Fever» (de un hasta entonces desconocido dúo Buckner & García) que se convirtió a su vez en tremendo hit, trepando hasta el puesto 9 del Billboard Top 100 en Marzo de 1982.
PacMan era para todos: las chiquillas de entonces jugábamos PacMan con mucho más gusto de lo que habíamos jugado cualquiera de los juegos anteriores, que eran más bélicos, más para mentes masculinas.
El juego y su cancioncita de marras llegaron a convertirse en verdaderos iconos de la cultura juvenil, de la cultura popular, en otro de los símbolos de aquella época de pelos erizados, maquillajes estridentes, vinchas hechas de pañuelos, minifalditas muy cortas con calentadores y muchachos con casacas de cuero con mega-hombreras y jeans muy apretados. Habían polos de pacman, casacas de pacman, gorros de pacman… etc.
PacMan marcó toda una época. Tuvo tanta aceptación que llegó a tener más de 20 versiones diferentes; la más reciente de la que tengo noticia es «Pac-Man Championship Edition» (2007), para Xbox Live Arcade. No sé si habrá actualmente algún otro videojuego que descienda tan explícita y directamente de aquellos inocentones que mi generación disfrutó.
(…) Sin embargo, años después y con el desarrollo de la empresa Atari, el futuro de Pac Man y los videojuegos se vería amenazado. Con el lanzamiento de la nueva consola de Atari, la 2600, esta compañía logro convertirse en la más popular alrededor del globo. Ya que era una de las consolas más prestigiosas del momento, la compañía decidió incluir al mejor juego del momento, Pac Man. No obstante, la versión de dicho juego que fue creado para poder ser utilizada en el 2600 fue desastrosa. Un humillante juego de muy poca calidad que no tenía nada en comparación a su predecesor. (…)
Aunque el mercado se recuperó después, todos guardamos aún dentro de nuestros corazones algún recuerdo de este magistral juego que sin duda ha quedado en la historia por ser uno de los más grandes títulos jamás hechos.
(suspiro nostálgico)
Paseando con mi hija hace poco, siguiendo con ella las vacas del Cow Parade, terminamos bajando a Larcomar, en busca de un lugar donde almorzar. Y como suele ocurrir cuando se anda con niños, terminamos explorando una de las salas de juegos que hay allí. Lo primero que atrajo a Enanix fue el carrusel de la entrada, pero cuando nos dimos cuenta ya estábamos ambas adentro.
Me enteré que el tiempo no pasa en vano y que, 26 años después, las viejas fichas han dejado el paso a super prácticas tarjetas recargables (con banda magnética). Y que la magia de estos lugares dedicados a los videojuegos no ha muerto; igual que antes, lo que más atrae son precisamente aquellos juegos que por razones físicas o tecnológicas no se pueden jugar en casa.

A diferencia de los pinbols de mi adolescencia, en donde muchas veces te pedían mostrar la boleta militar, las salas de juegos de ahora tienen opciones para todas las edades. Vi chiquillas bailando los pasos que la pantalla les marcaba (alguna con su mamá); también muchachos jugando a las carreras en unas enormes motos o boxeando; y también niños pequeños como mi hija que se divertían en el carrusel, en autitos musicales o montando un caballo falso y disparando virtualmente a unas botellas que se caían con gran estrépito.
A diferencia de los pinbols de mi adolescencia, en esta sala en la que estuve habían padres jugando junto con sus hijos (o al lado de estos). Cuando yo era chiquilla eso no sucedía. Ir al pinbol no era para compartir con la familia, sino más bien un modo de marcar espacios aparte; era signo de rebeldía y transgresión.
(Me surge la pregunta: ¿qué espacios / ropas / actividades usará la generación de mi hija como signo de rebeldía y transgresión…? OMG…)
Y bueno… antes de que me de ataque de nostalgia y me provoque desenterrar las mallas, las pañoletas y el mousse para erizarme los pelos, mejor los dejo con el famoso one-hit-wonder «PacMan Fever».
Hasta pronto.
P.D.: Este post va con public apologies para los fans de Capitán Memo, de quienes me reí tan irrespetuosamente cuando me enteré que habían llorado de nostalgia en su concierto. No, yo no lloré escribiendo este post. No, tampoco quiero volver a los 15 (suficiente una vez!). Pero entiendo el poder de la nostalgia. Saludos.
***
Je, nunca se me dió x eso de los juegos, ni de chico ni de viejo, salvo cuando me agarró lo de andar metido en Civ. II n la laptop, primera y única tmb… pero sigue dándole a la nostalgia nomás, no esta mal recordar d vez n cuando.. 🙂
Me gustaMe gusta
Que tal regresión, fácil que si le pones empeño puedes inventar la máquina del tiempo.
Me gustaMe gusta
si tuvieras fotos de cualquier local de pimball antiguo delos 80 o 90 en lima por favor ponerlos gracias. muy buen blog.
Me gustaMe gusta