Cuenca en mi corazón

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Catedral de La Inmaculada, Cuenca.

Nunca había estado en Cuenca (Ecuador). Ni de vacaciones, ni como periodista, ni como blogger, ni como coreuta, ni nada; de modo que cuando me dijeron que para allá me iba para hacer unos reportajes, no lo dudé ni un segundo. Siempre quise conocer la sede central de la mundialmente famosísima Bienal de Cuenca, y había visto tantas fotos preciosas de esta ciudad que tenía ganas de verla con mis propios ojos, sentirla, y hacer mis fotos. Para una limeña, habitante de una megalópolis gigantesca y hostil, la idea de conocer una ciudad pequeña y con tan buenas referencias resultaba muy atractiva.

De modo que con muchas expectativas (y con la protección de Tusegurodeviaje.net) me subí al avión de LATAM con dirección a Guayaquil, desde donde nos llevarían en bus a Santa Ana de los Cuatro Ríos de Cuenca. Pernoctamos en un sitio precioso de montaña que se llama Hostería Dos Chorreras, para partir temprano por la mañana a conocer la Laguna Llaviucu, en el Parque Nacional El Cajas.

Y ese fue el principio de un recorrido lleno de sorpresas, porque Cuenca no es sólo arquitectura y tradición: también tiene naturaleza, ecoturismo, termalismo y turismo de aventura, todos muy cerca del centro de la ciudad.

Para no hacer muy largo este primer post, empezaré por las actividades de este viaje que se pueden considerar «aventura» (y que por cierto estaban 100% cubiertas por mi póliza de Tusegurodeviaje.net), sobre todo todo el Canopy, que es una de esas cosas que yo juraba que nunca en mi vida haría.

Cuando llegamos a las instalaciones de Cuenca Canopy yo aún estaba indecisa sobre si de verdad me iba a lanzar por el cable o no. Me contagié del entusiasmo de mis compañeros de viaje (por cierto, eran Guitarra Viajera, Planeta Mochila, La Cueva de Domínguez y Viajes Gladys) y decidí que sí, lo haría: pero estaba hecha un manojo de nervios y no quería pensar mucho en el asunto, por aquello de «al mal paso darle prisa».

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En Cuenca Canopy, con mis amigos Marco Antonio y Alexander.

Edgar, uno de los instructores, se dedicó a distraerme con su conversación mientras me acomodaba los arneses y me daba las indicaciones, paso por paso, asegurándose de que lo entendía bien y de que yo sabría qué hacer para no terminar estampillada en un árbol o como una plasta gorda al fondo del barranco.

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Edgar me ayuda a estar lista para lanzarme por la línea.

Y bueno pues, como no hay plazo que no se cumpla, y como lo mejor para quitarse la angustia es poner la cara y asumirla… me lancé. Los primeros tres o cuatro segundos se me hicieron interminables y casi me hago la pila de los nervios de pensar en la situación en la que me encontraba (imagínense, ¡una cincuentona gorda colgada como una piñata de un cable sobre un barranco! #OMFG!) pero… pasado el rapidísimo y muy pasajero susto inicial, empecé a disfrutar de la vista, del aire, de la sensación de haber vencido al miedo, y de la certeza de que efectivamente, éramos yo, el barranco, el cable… y que nos estábamos llevando de lo más bien.Efectivamente, life begins at 50 😉

Gracias a la pericia de Planeta Mochila y su GoPro tengo este clip del momento en que aterrizo en la plataforma, no me alcanzará la vida para agradecerle por el registro de este recuerdito, gracias Alex:

En fin, que fue una experiencia memorable, de esas que no se borran del disco duro de la mente, y recomiendo ampliamente a la gente de Cuenca Canopy si también deseas vivirla. Por si acaso, Cuenca Canopy también está en Facebook, esta es su página., y asimismo en Twitter.

Y la próxima sigo contándoles más cosas de Cuenca, la ciudad que se me ha quedado en el corazón.

 

 

 

 

 

 

2 respuestas a “Cuenca en mi corazón

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