Nos seguimos choleando tanto.

Sobre el tema del día, la «Reforma del Transporte»: Evidentemente que todos estamos hartos de la improvisación presuntamente basada en «la oferta y la demanda» en la que nos metieron Fujimori y adláteres, y que hoy se necesitan reformas y cambios.

Tristemente, la necesaria reforma se ha ideologizado, y se pretende minimizar sus errores y carencias iniciales (en cuanto a criterio(s) técnico(s) y de planificación, y que son bastante visibles) con simples descalificaciones ad-hominen de quienes tengan la cara osadía de formularlas en voz alta. Pero lo más triste es que ahora, en pleno siglo XXI, se nota muchísimo la tremenda vigencia de la mentalidad feudal entre nosotros los peruanos. ¿Igualdad de derechos, civismo, ciudadanía? «Sí, pero tal como a mí me parezca» es lo que muchos afirman sin sentir la menor vergüenza por decirlo y sin darse cuenta de la imagen dictatorial que proyectan.

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El post de Facebook en cuestión.

Ayer, por ejemplo, alguien posteó abiertamente en facebook: «limeñito, deja de quejarte y no jodas». Estamos de acuerdo en que se requieren cambios en el transporte público. Pero: con ese pretexto, esta persona se permite a) Mirar por encima del hombro a otros ciudadanos («limeñito»), b) Darle órdenes con total desdén («deja de quejarte») y encima c) Usar lenguaje poco respetuoso para «ningunearlo» y darle órdenes en forma paternalista («y no jodas»). Revelador. El sueño de Freud, ¿no? Eso, por no mencionar la carga de violencia de la frase y el tremendo ninguneo que se hace del derecho del contribuyente a opinar sobre lo que se hace con sus impuestos.

Da vergüenza ajena tener que leer ese tipo de enunciados, que nos dejan ver con claridad el hecho de que, yendo más allá de la necesaria reforma del transporte, lo que se requiere urgentemente es que todos cambiemos de mentalidad, porque hoy, 3 de septiembre de 2014, somos mentalmente tan pero tan feudales, que hasta la gente que se considera «progre» se siente feudalmente dueño del derecho de los demás, se siente parte de una casta privilegiada, distinta y superior al resto de sus conciudadanos.

Ok, la reforma tiene fallas por ahora, como cualquier otro plan puede tenerlo: ¿es tan dificil admitirlo y decir que se trabajará en eso, y sobre todo, en verdad atender las fallas y solucionarlas? ¿O es que la señora alcaldesa y su imagen y sus compañeros políticos nos importan más que la ciudad?

Y algunos creen que lo que hay que hacer es descalificar y decir «no jodas», pero estas actitudes no construyen nada. Aunque supongamos que en de verdad gente como esta persona X no está en campaña ni está ideologizada y que quizás en verdad tenga buenas intenciones para con su ciudad, no se da cuenta de que con este tipo de «argumentos» pues desmerece toda su postura y hace quedar pésimo a quienes le acompañan en pensamiento o ideas: y no se da cuenta de que su pensamiento deja notar algo más, el punto de este artículo.

Pero el punto es que personas como el autor de estos enunciados no notan esas cosas porque los peruanos, TODOS, seguimos siendo tan, pero mentalmente feudales, que no sólo nos sentimos naturalmente distintos y superiores a los demás, sino que nos sentimos natural y hasta moralmente autorizados para «enseñarles» (aunque esto implique actuar con violencia contra ellos) cómo hay que ser, pensar, actuar. Pareciera que todos pensamos: «tienes que hacer como a mí me parece bien, porque yo tengo la razón y tú no sabes nada». Por cierto, esto me recuerda tanto a los gritos de Pablo Secada sobre sus altos estudios en el extranjero… pero ese es otro tema, que nos lleva a otros debates paralelos.

El tema es que los conceptos de igualdad de derechos y de ciudadanía responsable han sufrido una peculiar transformación en nuestro país; se han convertido no en las metas de una sociedad inclusiva, sino en nuevos pretextos para despreciar al otro. Parafraseando a Guillermo Nugent («El laberinto de la choledad»), el desprecio al otro sigue siendo el gran articulador de la sociedad y de las relaciones sociales en el Perú. No concebimos una sociedad en la cual no tengamos que «ubicar» o «poner en su sitio» al otro todo el tiempo. Cosas como decir «yo sé ser ciudadano y tú no, por tanto no mereces que te respete». Muy significativo que una de nuestras frases más comunes hoy en día para callar a otro sea, precisamente, «¡ubícate!».

Resumiendo, hoy en día todos los peruanos, hasta quienes se consideran educados, progresistas, «decentes», no pueden evitar mirar a «los demás» como si fuesen los pobrecitos pongos de la hacienda que nunca pudieron terminar la primaria. «¿Escuchar a la versión del otro? No, ellos son unos ignorantes que tienen que escucharme mí y mirar lo que yo les digo, y encima tienen que agradecer que los educo.»

Nos seguimos choleando tanto. Mientras no tomemos conciencia de ese hecho, difícilmente podremos construir una sociedad inclusiva, un país moderno. Aunque quizás sea eso en realidad lo que no se quiera: quizás preferimos vivir en el arcaísmo, en nuestro paraíso interno donde «cada uno está en su sitio»… porque en el fondo nos da demasiado miedo el hecho de pensar en que de verdad podríamos terminar viviendo en una sociedad en la cual «este cholo igualado», o «este zambito barato» o «esta chinita linda» o «estos blanquitos de mierda» (o etc.) sean efectivamente ciudadanos iguales a nosotros.

2 respuestas a “Nos seguimos choleando tanto.

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  1. Lo de «limeñito» me parece raro, porque da a entender que lo dice alguien que no es de Lima, pero he estado observando que muchos susyfans que defienden a capa y espada a la vaga en redes sociales son, por el contrario, «bien limeños», de raza blanca y posición económica holgada. Veo surfers, gente que tonea en «buenas discos», chibolos hippies hijitos de papá y gente que hace viajes a lugares turísticos de otros países, por ejemplo un tal Marchetta que parece íntimo de la vieja, por como la defiende.

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