Una época no tan lejana

Esta es una crónica acerca de los violentos años que hemos pasado todos en el Perú. Empecé a escribirla hace casi un mes, como les consta a algunos bloggers que me han estado apoyando con datos, consejos, estadísticas, críticas y sugerencias. Y quise escribirla movida por los sentimientos que me despiertan los recientes acontecimientos, revelaciones, destapes, denuncias y demás perlas que ocupan los titulares de la prensa en estas semanas.

Me ha quedado bastante larga, de modo que en caso de que alguien prefiera no leerla en el blog sino en otro formato, he incluido al final de este post un link donde podrán encontrar este texto en un archivo PDF, listo para imprimir.

Y antes de empezar con el texto, quiero agradecer públicamente a todas las personas que de un modo un otro me ayudaron para poder escribir esta crónica. Muy especialmente a Patrick Espejo, Ernesto Cárdenas, Benny Galavis, Silvio Rendón, Mónica Cépeda, Juan Arellano, entre otros. Y también a quienes tienen posts que he linkeado acá.

***

Cada guerra es una destrucción del espíritu humano.

Henry Miller

I

Corrían los primeros años de los noventas. Habíamos visto pasar las masacres de Lucanamarca y también El Frontón. Habíamos sufrido el «salinazo» de 1988, soportado la hiperinflación del los últimos años de aquel primer gobierno de Alan García, y sobrevivido al surrealista fujishock de Hurtado Miller. Y por si fuera poco, la ofensiva senderista se había extendido a Lima. No se trataba de tener o no tener electricidad o agua. Se trataba de que cualquiera podía regresar a su casa en ataúd. De hecho, muchos nunca regresaron. Sólo en 1991 hubo como 900 atentados en Lima, que dejaron más de 400 muertos. Un muerto (y algo más) por cada día de aquel año.

Hacía apenas dos años que Barbara D’Achille (a quien conocía de cuando trabajamos en la misma sección de «El Comercio») había sido brutalmente asesinada en Pampa Galeras. Este mayo serán 20 años ya. Recuerdo el shock que me causó enterarme de su muerte, pues ella no era una simple enamorada de los paisajes, sino que estaba interesada en impulsar la mejora en la vida de las comunidades educándolas en la conservación de sus recursos ecológicos, en lo que ahora llaman el desarrollo sustentable. De hecho, si Barbara aún estuviera entre nosotros, no dudo de que estaría haciendo campaña por una más eficaz legislación en materia ambiental. Aunque ya estuviera entrada en años. Era una persona muy simpática, sí, pero también sabía tener un carácter muy fuerte. Tal vez fue eso lo que le costó la saña con que fue muerta.

Fue el mismo odio demostrado posteriormente contra María Elena Moyano. Imagino la rabia que deben haber sentido sus asesinos cuando vieron la multitud que se congregó para su funeral, que la llevó cantando hasta el cementerio. ¿Cuántos estuvimos allí? Algunos dicen que “apenas” 15,000 personas, otras hablan de 300,000. Yo sólo sé que aquella tarde Villa el Salvador estaba repleta.

Cada vida cortada se llevó consigo muchas cosas y proyectos que no pudieron ser realizados. Ese es el tipo de pérdidas irreparables que el terrorismo nos infligió como ciudadanos, como nación, como país. Yendo más allá de las no menos terribles –pero impersonales– cifras que nos dan los registros estadísticos, la violencia se llevó a muchísima gente valiosa que podría estar hoy acá trabajando, ayudando a construir un país distinto, que funcione para todos. Un país sin tantos faenones, quizás.

What if God was one of us? (1)

Hubo una oscura época en la que no sabíamos si tenerle más miedo a Sendero, al MRTA o a los uniformados. No es broma. Sí, recuerdo el atentado a Canal 2. Obviamente recuerdo el coche bomba en la IBM, a tres cuadras de mi casa, que no dejó ventanas ilesas en ocho cuadras a la redonda. Y cómo olvidar lo que pasó en Tarata. Yo trabajaba en la revista «1/2 de Construcción», no muy lejos de allí, y me enviaron al día siguiente a tomar fotos. Muchas personas al verme cámara en mano me llamaban diciéndome mire señorita lo que han hecho estos malditos, venga por acá señorita, tómele foto a esto, señorita, pero en medio de toda esa destrucción, la imagen que a mí se quedó grabada en la mente fue la de un muchacho escarbando entre los escombros para recuperar sus libros. Terriblemente simbólico. Había que aferrarse a la cordura. Algo me decía al oído aquí hubo muerte, pero la muerte no es el final. Y quedan otras cosas. El fuego no pudo destruirlo todo. Hay que buscar el conocimiento. Hay que saber. Hay que tratar de entender. Había que seguir adelante con la búsqueda, conservar la esperanza de encontrar algún día una respuesta. Que llegase el momento en que los recuerdos dejaran de arrugarnos el alma.

Pero hay otras cosas que tampoco se olvidan. Recuerdo haber pactado –por teléfono– una entrevista con el dirigente sindical Pedro Huillca, entrevista que jamás se realizó porque la mañana siguiente fue asesinado. Recuerdo las famosas batidas policiales, donde al que se había olvidado de sus documentos, se lo llevaban. Recuerdo el secuestro del periodista Gustavo Gorriti. Recuerdo a la policía entrando de improviso a la sanisidrina academia de danza de L., una conocida mía (que no tenía nada que ver con Maritza Garrido Lecca, aparte de ser bailarina también) para interrogar a las alumnas: de más está decir que muchas de las chicas no se aparecieron más por allí, y que a los pocos meses L. cerró su academia y se fue del país. Recuerdo los tanques entrando a las universidades. Y obviamente es imposible obviar las muertes en Barrios Altos. En La Cantuta. Eso, sin mencionar lo que venía sucediendo tiempo atrás en provincias. ¿A cuántos chicos de 17 años se los llevó el camión de la leva, a la salida del colegio, para mandarlos a la guerra? ¿Se trataba de alguna competencia para saber quién era el más salvaje?

Eran cosas que no se podían hablar en público sin temer que alguien te señalara como prosenderista. El miedo dividía a la gente sin medias tintas: si no pedías la pena de muerte a gritos, si osabas cuestionar aquello, entonces estabas con Sendero. Si no sabías con certeza en dónde o con quiénes estabas, era mejor hacerse los idiotas para pasar piolas, confiar en que se cumpliera aquello de que en boca cerrada no entran moscas y rezar para que todo terminara pronto. Pero era imposible no sentir, no escuchar, no ver.

Police and thieves in the streets / (Oh yeah!)
Scaring the nation with their / guns and ammunition (2)

De algún modo, aprendimos a callar, a sacarle la vuelta al miedo y a vivir con las bombas estallando alrededor, sin preguntarnos dónde sería la próxima. ¿Cómo fue que sobrevivimos sin volvernos locos? ¿Por qué nosotros nos quedamos mientras otros se iban para siempre? Eran dudas que nos atormentaban, pero nadie hablaba de ellas. Cada uno tendría su propia respuesta, imagino. Sabíamos lo que ocurría, hablábamos de los hechos, pero nunca ventilamos lo que sentíamos. Porque nadie le quería abrir la puerta al miedo. Porque había que seguir viviendo, en homenaje a la memoria de todos los que se fueron. Y porque no le íbamos a dar a nadie el gusto de quitarnos las ganas de seguir vivos.

Pero no sólo había que sobrevivir. Éramos jóvenes y teníamos que llenarnos de vida. Fue por eso que cuando Juan Luis Guerra se presentó en Lima, la noche siguiente al mega atentado al Canal 2, a nadie se le ocurrió devolver o revender su entrada. Fuimos, fuimos a festejar la música, a bailar y cantar para tomarnos la revancha alegrándonos, gozando, haciendo una enorme fiesta; a expresar de alguna manera nuestro sentimiento colectivo de no nos asustarán.

En mi pecho, corazón / late libre, sin temor.
Déjame ser verso de amor (3)

Ya en plan más personal, yo cantaba y escribía. Me dediqué más aún a la música y asistía regularmente a un taller de poesía. ¿Por qué no? Cuentan que fue la poesía de Olga Berggolts, leída por la radio, la que sostuvo a los famélicos leningradenses durante los 900 terribles días que duró el asedio nazi. Y eso que aquella ciudad sitiada la pasó mil, miles de veces peor.

Así pues, yo cantaba en un coro. Nunca olvidaremos aquella noche en que, cuando estábamos a punto de empezar el concierto, hubo un apagón. Lo hermoso fue que una vez pasados los «¡oh no!» y la sorpresa iniciales, nadie del público se movió de sus asientos; nadie se fue. Tampoco nosotros. Ya estábamos curtidos, y si la gente quería escucharnos, nosotros cantaríamos. Así que dimos ese concierto a la luz de unas velas, en una iglesia de Barranco, en medio del apagón. Música contra la oscuridad, contra el miedo. Yo sentía que ese era nuestro modo de resistir. ¿Qué más podíamos hacer? Ante las bombas y la destrucción, oponíamos la paz y la creación. La música era nuestra luminosa trinchera de combate. Que nadie osara sacarnos de allí.

y lo que quise olvidar es lo que voy a recordar (4)

II

Entre mediados de 1993 y principios de 1997 estuve completamente alejada del periodismo. En parte como represalia –aparente, nunca la pude verificar– a largo plazo por haber hurgado inadvertidamente en un tema que no sabía que no debía levantar, mientras trabajaba en un periódico; en parte porque mi familia se moría de miedo de que por alguna malhadada casualidad terminara como la joven Melissa Alfaro; en parte porque no encontré la forma de irme legalmente del país, como hicieron la mayoría de mis compañeros de promoción, así como muchos amigos y conocidos. Pero también porque me empezaba a cuestionar mi propia permanencia en una profesión a la que una desdichada coyuntura estaba convirtiendo en un estruendoso coro griego que narraba únicamente la historia oficial: en practicante de la autocensura. Por donde la mirara, la situación se veía mal. Y recordé, no sin amargura, lo que me había dicho alguna vez Paco Figueroa, dueño de una mordaz lengua andaluza y Delegado en Perú de la Agencia EFE cuando yo era apenas una practicante: en tu país no vale la pena ser periodista. Tenía 27 años y entré en trompo. Me deprimí. La universidad me había preparado para analizar los procesos de la realidad, para ejercer una profesión, para afrontar dilemas éticos, pero no para sobrevivir a cargamontones.

Pero algo había que hacer. Así que hice de todo. Tomé cursos, di clases de nivelación a escolares, fui digitadora de un banco de datos, hice traducciones, me encargué de las relaciones públicas de una galería de arte, dicté clases de inglés, fui maestra de música de un colegio particular y directora del coro de un colegio chalaco, vendí cosméticos por catálogo, hice encuestas, compuse canciones para una editora de materiales para educación inicial, canté en muchos «chivos» (coros para matrimonios), etc. Vendí mis cosas, pedí prestado, me endeudé. Pero seguí escribiendo, llenando papeles con notas y poemas, redactando pequeños textos a modo de ejercicio, y cantando en mi coro de siempre, por supuesto. Ese al que entré por puro amor a la música y que terminó llevándome de viaje, a pesar de nuestro propio escepticismo, a varios países. El coro fue, literalmente, mi salvación. Fue la alternativa que encontré para no enmudecer del todo.

III

En 1996 pude volver a trabajar, pero ya no en prensa directamente sino en una editorial, donde estaban armando un equipo de investigación y verificación de datos de sus publicaciones. Y como parte del trabajo me enviaron junto con Enrique, un fotógrafo catalán, a recorrer medio Perú en uno de los autos de la empresa, para chequear información in situ y hacer fotos.

Enrique ya había recorrido, literalmente, medio mundo, pero eso tampoco lo había preparado para entender al Perú. Nosotros los peruanos nos acostumbramos a aceptar tantas cosas como «normales». Pero él no era peruano, veía las cosas de otro modo, y no tenía empacho en hacer preguntas difíciles.

– Hostia, tenéis un país con tantas riquezas y con tantas cosas aún por hacer, ¿cómo es que estáis tan pobres, joder?

Vimos paisajes inmensos, magníficos, majestuosos, que se nos quedaron impregnados en el alma. Vivimos pequeñas aventuras estilo Indiana Jones, como quedarnos atollados en los arenales de Ocucaje, extraviarnos en las punas huancavelicanas, o pasar un día entero manejando bajo una nevada. Pero las experiencias más significativas de ese viaje fueron los momentos en que pudimos detenernos y conversar con los pobladores de aquellas soledades

Con Abimael Guzmán ya preso desde 1992 y Sendero Luminoso aparentemente desarticulado, la gente se sentía más tranquila, y algunos hacían planes para traer de nuevo a sus tierras a los parientes que habían emigrado. En general, estaban contentos a pesar de la precariedad en que vivían. Escuchamos historias de supervivencia tipo los hombres bajan a trabajar en cosecha, nosotras cuidamos las alpacas. Lo que oíamos en casi todas partes era El Chino nos puso luz, nos puso agua, nos hizo esta carretera. Nadie se preocupó antes. Pero lo que más apreciaban era que el Chino nos dio armas para defendernos de los senderos. Algunas señoras nos contaron, llorando, historias de atrocidades ocurridas años atrás.

Pero la mayoría ya no quería recordar esas cosas sino mirar hacia adelante. No me extrañó. Había visto la misma humana reacción en lugares tan distantes y disímiles como Santiago de Chile, Vitoria, Madrid. Yo misma ya sólo quería pensar en el futuro y olvidar el pasado. Pero Enrique mientras más oía menos entendía, y estaba confundido. Y no se quedaba callado.

– Joder, niña, ¿qué coño pasó en tu país?

¿Cómo resumirle 15 años de guerra? Pensé un rato, y sólo atiné a contestarle:

– Es complicado. Tendrías que haber estado aquí y vivirlo con nosotros para entender.

Y apenas lo dije me sentí muy mal. Me di cuenta de que le había respondido más o menos con la misma lógica de aquellos que masacraban todo un pueblo porque les habían dicho que allí se escondían algunos senderistas: Ustedes no entienden. Era la guerra. Nosotros estábamos allí y ustedes no. Fue entonces cuando tuve la vertiginosa sensación de que en realidad nada había terminado. Sólo estaba, digamos, en pausa. Y no iba a terminar hasta que en vez de esforzarnos por olvidar, tratáramos de entender qué nos había ocurrido. Y sobre todo, por qué ocurrió. De otro modo, podría suceder de nuevo.

– Enrique, ¿tú sabes lo que significa “Ayacucho” en quechua?

– No.

– Significa “rincón de los muertos”.

– ¡Joder!

Corren buenos tiempos,
buenos tiempos para esos caballeros
locos por salvarnos la vida
a costa de cortarnos el cuello
.(5)

Las preguntas de Enrique eran dardos envenenados. Afortunadamente el recorrido de todo aquel viaje fue lo suficientemente largo para que pudiéramos cimentar una amistad que perdura hasta hoy, y para que además yo pudiera hacer la gimnasia mental de recordar e ir explicándole de a pocos que lo que había ocurrido no había sido exactamente una revolución francesa. Creo que fue la primera vez –lo digo con vergüenza– que me puse a reflexionar seriamente en aquello.

De otro lado, los contrastes entre las bulliciosas capitales y las escenas de pobreza que nos encontrábamos a cada momento en el campo le fueron haciendo comprender al catalán por qué, mientras en ciertos sectores urbanos ya empezábamos a considerar a Fujimori como un dictador corrupto, en cambio en el interior, en el que llamamos Perú Profundo, se veía al Chinito como el único presidente que –pese a todo– se había ocupado de atender ciertas necesidades básicas en regiones secularmente abandonadas por el Estado. El sentarse cómodamente a cuestionar cómo o a qué costo lo hizo, parecía ser simple especulación de intelectual citadino, totalmente ajeno a quienes habían vivido por generaciones en esas gélidas chozas hechas de las mismas piedras del corral de las alpacas.

– ¡Pero es que de éste lado parece que fuera otro país, coño! ¡Es una vergüenza!

Siempre, dos Perús. Y como siempre, no se sabe cuál de los dos es el que duele más.

IV

El tiempo pasó. El ritmo del Chino se había apoderado del país. Enrique seguía rodando por el mundo, y cuando se enteró que ya no trabajaba más en aquella editorial, me escribió: tienes la oportunidad de comenzar de nuevo y ser libre. Me lo tomé muy a pecho. No iba a dejar que me hicieran callar por segunda vez. Había empezado a escribir con la Guía de Arte de Lima y además tenía un proyecto: editar un libro recopilando entrevistas que yo había hecho y estaba aún haciendo –en calidad de freelance– a artistas peruanos. Siempre había querido dedicarme al periodismo cultural, no sólo por afinidad personal, sino porque ya se me había hecho más que evidente lo que decía Ryszard Kapuscinski: Hoy, para entender a dónde vamos no hace falta fijarse en la política, sino en el arte. Siempre ha sido el arte el que, con gran anticipación y claridad, ha indicado qué rumbo estaba tomando el mundo y las grandes transformaciones que se preparaban. Es más útil entrar a un museo que hablar con cien políticos profesionales. No sabía por entonces que este proyecto editorial terminaría inventándome –tiempo después– un espacio para trabajar en paz, dando a luz a un blog, y que además se convertiría –muchos años más tarde– en tema de mi tesis de Licenciatura. Pero esa es otra historia.

Es fácil entrevistar a un artista. Todos esos locos se mueren por una entrevista. Lo difícil es hacerlos decir algo interesante sentenciaba Roberto Almandós, cuando era jefe del ahora desaparecido Departamento de Crónicas, en El Comercio, mientras fumaba uno de aquellos infames cigarros que terminarían enfermándolo de cáncer. Pero al cabo de todos aquellos años rodeada de mi protector entorno de arte y artistas, yo había comprobado que éstos tienen mucho que decir, más allá de lo evidente y de la inmediatez de la noticia del día. Roberto –que en paz descanse– tenía razón en algo:  al artista no hay sólo que dejarlo hablar, sino también hacerlo hablar. Porque no olvidemos que, como me señaló la actriz Pilar Núñez por aquellos días en que el país se balanceaba al ritmo del Chino, el trabajo del artista, en determinadas circunstancias, es un trabajo de resistencia . Y la resistencia siempre requiere de un punto de apoyo.

Pero este no es el relato de mi historia. Esta es una visión de lo que ocurrió durante aquellos años, desde mi particular circunstancia. Volvamos al punto

La Física establece que a cada acción le corresponde una reacción de igual magnitud y de signo contrario. La política peruana, que hacía mucho se había convertido en espectáculo, pasó del teatro del absurdo al espeluznante realismo de los vladivideos. Y más cosas estaban por venir. El Chinito renunció por fax: tuvimos dos presidentes después de él (Valentín Paniagua y Alejandro Toledo), y como lo que más se parece a un disco rayado es el Perú –dicen que la frase es de Luis Alberto Sánchez– los dos Perús se enfrentaron nuevamente en las urnas y Alan García volvió a Palacio, pletórico de promesas de que este futuro sí sería diferente. Con todo y compromiso por escrito .

V

Todavía no sé si ese prometido futuro es realmente diferente. ¿Algo ha cambiado? Seguramente que algunas cosas sí, pero ¿cambiaron para mejor? Dicen que la violencia ya pasó. Yo tengo mis dudas, porque sigo viendo los mismos dos Perús de siempre, acusándose mutuamente, avanzando enfrentados, sin interés en un real diálogo, en una integración. No lo sé. Es muy pronto para saberlo, quizás.

Sí, vimos a Gerardo Saavedra jurar como congresista por Dios y por la plata. Pero no nos podíamos imaginar que el tipo iba a resultar profeta. Ahora, en estos días, cuando a diario nos enteramos de nuevos casos de negociaciones irregulares, de arreglos debajo de la mesa, de corrupción, tráfico de influencias, chuponeos, coimisiones y demás desarreglos y situaciones que suceden al margen de las leyes –o lo que es peor, al amparo de las trampas hechas bajo esas mismas leyes— me pregunto si hemos aprendido algo de todo lo que vivimos en los últimos 20 años. Y me pregunto si toda la gente que murió creyendo –o por creer– que el sistema democrático era una alternativa mejor que la supuesta revolución que pregonaba el terrorismo habrá sido olvidada por aquellos que continúan cargándose la democracia, minándola desde dentro con la corrupción más escandalosa: me pregunto si es posible que esas muertes hayan sido en vano.

EPILOGO

El tiempo pasa. Uno termina perdonándolo todo, hasta los años perdidos, y se las arregla para seguir adelante con su vida. Y ahora tengo una hija. Una niña que hoy tiene cinco años pero que pronto va a crecer y que cuando le toque estudiar la historia del Perú me va a preguntar lo mismo que ayer me preguntó Enrique: ¿qué fue lo que pasó aquí? Y me sigo preguntando qué le voy a responder cuando llegue ese momento.

Uno perdona y sigue viviendo, sí, pero no hay que olvidar. La memoria queda, y debe ser preservada, porque la única forma de quitarnos ese miedo que hasta ahora nos divide y que aún nos impide integrarnos es enfrentarnos a él y a las circunstancias que le dieron origen. Se lo debemos a todos nuestros muertos, pero también a nuestros hijos.

No tengo fórmulas mágicas. Nadie las tiene, pero ese quizás sea un primer paso para poder llegar a entender fue lo que nos pasó, cómo ocurrió todo aquello. Si no, tarde o temprano ese mismo miedo nos volverá a apresar. Y todo podría volver a ocurrir.

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(1) One of us. Joan Osbourne.

(2) Police and Thieves. The Clash.

(3) En mi pecho. El Último de la Fila.

(4) Con la soga al cuello. Andrés Calamaro.

(5) Buenos tiempos. Joan Manuel Serrat.

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Archivo en PDF clickeando aquí: cronica-90s-copia-21

31 respuestas a “Una época no tan lejana

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  1. En medio de esta crisis financiera que está azotando al planeta, escuchamos que nuestros indicadores económicos reflejan a un país que va a poder salir airoso de los difíciles años venideros que se auguran. Pero al mismo tiempo, qué le importa a un campesino del Perú profundo los números y las estadísticas si no tienen los servicios más elementales para llevar una existencia que se pueda calificar como decente. En las grandes ciudades del país podemos contar con agua, luz, teléfono, un sector más selecto con gas, cable, internet y telefonía celular.
    Hace unos pocos años, quienes jurábamos que íbamos a intentar por todos los medios evitar el regreso de Alan -vaya… estamos tan familiarizados con él que lo llamamos por su nombre de pila, cual amigo-, nos vimos en la patética disyuntiva de escoger entre él y alguien peor en el papel. Pero peor para quién? para quienes estamos acostumbrados a este status quo?
    Si persiste el eterno olvido hacia los rincones más pobres de nuestro país, vendrán otros Ollantas para desafiar al sistema. PPK lo dijo hace poco en una entrevista que le hizo Baily, la sierra va a terminar decidiendo las siguientes elecciones, y aunque sea por eso, los políticos deberían prestar atención a los sectores marginados, porque pedirles que lo hagan porque es su vocación es como esperar a que Alan deje de ser figureti.

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  2. Lo que queda es saber mirar y entender como llegamos a eso, y eso es lo mas dificil, pues nunca aprendemos. Hay la teoria de los caldos de cultivo, en el Peru los hubo definitivamente y los rezagos aun se percibieron en la acogida de Ollanta, pues por ahi sale la esperanza de los sin esperanza, de los mismos que respaldaron a Fujimori pese a todo lo que veiamos que pasaba en Lima.

    Lei por ahi que felizmente Velasco hizo la Reforma Agraria, pues de esa manera el escenario social del campo cambio haciendo que ya no hubiera el terrateniente (bueno…. ahora estan volviendo) contra el cual focalizar los descontentos, osea que la guerra pudo ser peor.

    Los dos Perus…. cierto, se creia que el peru andino gano con Toledo, pero fue una decepcion en ese sentido por mas de sus logros, y en esta ocasion Ollanta perdio por subestimar a Lima y la clase media, siendo el merito de Alana poder ser mas o menos transversal en comparacion a Lourdes, lo malo es que PPK ya solito se quemo con sus alusiones a la falta de oxigeno, y su poca sensibilidad social cuando tuvo responsabilidades, capaz si que lo es, pero…. creible en que esta vez mirara mas por la gente?

    Almandos… aun me acuerdo de el.. sentado en su escritorio del fondo de la seccion C, siempre mirado con respeto.

    Por cierto, One of Us no es de The Cranberries sino de Joan Osborne.

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  3. Que escribiremos luego del 2011? caerá Ollanta en los mismos errores? habrá un candidato más mediático para la derecha? habrá alguien x quien votar con mediana confianza siquiera?

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  4. Te salió espectacular la crónica, valió la pena la espera. Mientras leía el post se me ponía la piel de gallina, al recordar aquellas épocas: los atentados, el concierto de Juan Luis Guerra, los extranjeros (algunos de ellos periodistas) que te preguntaban qué pasaba en tu país y las mil formas que tenías para resumirles las cosas. También pasé por Tarata, cubrí algo del asesinato de la Moyano. También fueron mis primeras épocas en el periodismo. Siento que fue mi bautizo de fuego. No muchos comienzan con esa cachetada de violencia. Recuerdo que uno de mis primeros días en el Diario Expreso, el director de la Morgue me dijo: Quieres ser periodista de verdad?, entonces entra… y me llevó al mortuorio que entonces estaba con nuevos huéspedes tras el atentado al local de la Sunat en la Av. Wilson.

    Tengo mi propia crónica, creo que la voy a escribir en estos días. Me inspiraste.

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  5. Muy buena cronica.
    Lo malo que nadie aprendio parece, el campo sigue olvidado, no se respeta las diferencias culturales, la indiferencia sobre los abusos e injusticias de las mineras es cosa comun, nadie se solidariza con los reclamos …donde encontrar la esperanza si la gente sigue con los mismos esquemas mentales…

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  6. tienes razón es bastante largo, lo voy a imprimir y lo voy a leer todo el fin de semana con tranquilidad, y el lunes te doy una opinion mas acertada, me parece bastante interesante, alguna vez yo empezo algo parecido, pero sobre los años 80 la mejor creo, sobre constumbres , musica, tv de esa epoca, pero lamentablemnte lo deje, por falta de tiempo, nos vemos el lunes.

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  7. Felicidades Isabel!! me ha encantado tu crónica, la verdad es que siempre me gustaron tus relatos, sobre todos los de carácter sarcástico-humorístico que solías hacer de situaciones cotidianas como la de sacarte el carnet de conducir………… sí hace años ya, pero es que soy el loco fotógrafo catalán que te acompaño en aquella épica «vuelta a Perú del 96″ mis recuerdos de tu país y sus gentes siempre me llevan a aquellos días que también has descrito , para mí fue una gran experiencia muy enriquecedora a nivel personal gracias a todos los personajes que conocí desde la pastora de alpacas en la puna hasta el director editorial de Lima. Me parece de una gran valentía por tu parte esta especie de examen de conciencia sobre los»años oscuros»,todos tendríamos que tomar nota(en mi país aun después de 70 años es tabú hablar de los muertos de la guerra civil).
    Seguir luchando por ese país y sobre todo por sus gentes siempre valdrá la pena JODER!!!!.

    Un beso de este loco fotógrafo,para ti y tus queridos.

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  8. Querida Isabel

    Luego de unos días fuera de Lima encuentro esta nota que tan magnificamente retrata no solo los hechos vividos-sufridos sino las inmensas preguntas que nos dejaron. Desde hace mucho tiempo repito donde puedo que es una etapa a la que debemos poner mucha luz que sane heridas, esforzarnos por poner mucha verdad sanadora.

    Un beso

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  9. Querida Chabe, tu crónica que la leí con avidez, me ayudó a recuperar esos años de mi vida que por causa del terrorismo estuve lejos de nuestra patria tan querida, he sentido que pude ser parte, por un momento, de ese triste y sangriento pasado, y a la vez pude sentir la fuerza de cada uno de nosotros que por encima de la ya tristemente tradicional corrupción, estamos aquí construyendo un país más vivible, en el que nos reconocemos con orgullo de ser peruanos y lo lanzamos al mundo con toda la energía que nos da nuestra tierra.
    Gracias por compartir tu memoria que es la de todos nosotros.

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  10. Julián, gracias por el comment. Ya sé que los políticos te dan urticaria, pero ya vimos que los no-poliíticos pueden tener las mismas mañas…

    Ernesto, Sí, concuerdo contigo en 99%… y gracias por la corrección, ya la incorporé (ups).

    Cyber14 (aka Juan), esas son las inmensas preguntas celestes…

    Monich, Gracias!! Me ayudaste harto con la introspección… y esperamos tus crónicas!

    Amazilia, eso pues, parece que no hubiéramos aprendido nada. Pero tengo la esperanza de que todavía podamos recordar y comprender.

    José, OK, te esperamos.

    Guille, no sé a dónde va tu comentario. Pero siento que justamente ese tipo de actitudes de «nosotros sufrimos más que ustedes» lamentablemente no ayuda en nada a construir un entendimiento, a alcanzar una comprensión del hecho de que en realidad todos fuimos víctimas, de diferentes maneras.

    Enrique, querido amigo, no sabes la alegría que me da leer tu comentario y que compartas la misma emoción que yo al recordar esos días. ¡Ah!, y de paso, ¿te acuerdas de la cerveceada con aquellos arqueólogos en Wari? (¡jajaja!) En resumen, gracias por todos estos años de amistad, por el cariño y el apoyo!! Vale!!

    Francisco, gracias por el link a tu blog!!

    Sonita, tu comment me reconforta muchísimo. Escribir este post me tomó casi un mes, no sólo por el tiempo invertido en búsqueda de datos e inspiración, sino porque muchas veces tuve que parar… porque el llanto no me dejaba continuar. Pero tú me entiendes. ¿No?

    Pieri querida!!! OMG querida amiguita a los años!! También me ha emocionado tu comentario, sobre todo cuando dices que «estamos aquí construyendo un país más vivible, en el que nos reconocemos con orgullo de ser peruanos». Ahora me matas de la envidia por no haber escrito eso yo, jeje!! Besito!!

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  11. Y sí, es una época que muchos sentimos como cercana, pero a la vez la época cuando nacieron muchos de los jóvenes que ahora entran a escena. Saben del asunto de leídas y oídas. Considero importante que se enteren un poco más de cómo se vivió esa época, y las opciones y restricciones que había. Yo la verdad, es que a muchos jóvenes los veo muy faltosos y ligeros al hablar de cosas que saben poco. Como para reflexionar un poco más.

    Tal vez la culpa de estas ligerezas las tengamos en parte nosotros por no ilustrar mejor esas realidades. Un reporte de atrocidades no siempre acaba de transmitir las vivencias de toda la población,que vivió ese periodo de formas muy diversas, más cercanas o más alejadas de los eventos más trágicos, pero sí que la vivió y fue profundamente afectada por ellos.

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  12. Yo provengo de la sierra central, de las mismas alturas de Cerro de Pasco, creo que nadie me va a contar lo que vivimos esa época, porque lo sentí cada momento con el estallido de una bomba, zona de emergencia la llamaban, el día «D» cuando hicieron volar mi colegio días previos a las elecciones.
    La años de violencia del terrorismo y la década nefasta del Fujimorismo nos ha golpeado tanto como sociedad, que a veces pienso jamás nos recuperaremos.

    Chinasklauzz

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  13. Emotiva e interesante tu crónica.
    Yo sentí que había dos Perú diferentes en el mismo territorio patrio, cuando ví la exposición que hizo la Comisión de la Verdad en Chorrillos, y ví las matanzas que sufrieron los asháninkas , los machigüengas y otras etnias, y me preguntaba dónde estaba yo cuando pasaba esto?encerrada en mi mundo citadino y así como yo mucha gente, sólo comenzamos a reaccionar cuando los atentados fueron en Lima.
    Me dió vergüenza ,y es un clavo que hasta hoy tengo.

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  14. Real, muy real, vivi en Lima la captura de Abimael, los apagones, los motores en las calles. Cada quien tiene su orpia versión, muchos han olvidado, de los que recordamos depende que los que murieron no lo hayan hecho en vano
    Tengo que psar mas seguido por aca, siempre me llevo cosas interesantes en que pensar
    Un beso guapa!

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  15. hola chabe, la verdad que voy a empezar a leerte más seguido, excelente crònica. me emocionaron algunas partes de tu crònica, cuando hablas por ejemplo de lo que le diràs a tu hija , en efecto es un asunto delicado el cual merece algunas buenas làgrimas de desahogo.

    es cierto nosotros lo vivimos, en ese entonces era asistente de càmara del canal 9 y era cosa de todos los dìas grabar desastres. mi hermano estudiaba medicina en la san marcos y para lograr que le den algunos papeles , le decìan «muy bien pero esta noche te quedas haciendo guardia en tal local tomado» y asì entrar a san marcos y casi de inmediato leer los tremendos cartelones senderistas era de verdad impresionante.

    sin embargo aùn con todo esto te dirè que, efectivamente la cuestiòn de los dos paìses en uno es algo muy serio, y de hecho es uno de nuestros grandes males que no nos deja «evolucionar», menciono la palabra en el sentido amplio de ella.
    como muchos, vivìamos esta guerra, pero cada uno con su propio enfoque. muchos de nosotros como jòvenes no querìamos perdernos tampoco el mundo que se nos abrìa para bacilarnos, disfrutar y eso nos hacìa incoscientes de la tragedia que se vivìa en otras partes del perù, nuestra propia patria.

    creo, a dios gracias que algo ha cambiado de esa gran tara racista que nos ha creado tantas divisiones verdaderamente estùpidas. y es que el migrante provinciano practicamente ya tomò lima, ya se apoderò de ella, y muchos limeños tranquilitos no màs sòlo les queda acatar.

    ahora se hacen pelìculas como «dioses», nuestra televisiòn ha cambiado brutalmente. hemos pasado ya por los grotescos talk shows recuerdas?, sin embargo estos programas eran sin justificarlos, pero las primeras y grandes presencias de muchos de estos que jamàs se les llamarìa para un spot de cerveza por ejemplo. ahora hasta han sacado ya barbies morochitas. y bueno para no hacerla tan larga obama representa para todos un gran cambio, por lo menos simbòlico, del mundo, particularmente espero que asì sea como todos.

    tal vez a nuestros hijos hay que explicarles que la discriminaciòn por ejemplo es una de las grandes aberraciones que sòlo trae ruina para las personas. ojalà sigamos aprendiendo a convivir como especie, para realmente evolucionar y no pensar que porque hemos pasado de la era del fuego a la era del celular hay una gran evoluciòn.

    como dice el viejo denegri, la tecnologìa ha evolucionado, pero el hombre no, el dice que al contrario el hombre involuciona jaaa, bueno yo no creo esto, pero si merece la pena destacarlo.

    me encantò finalmente tus toques de humor, parecìa que te tenìa cerca con una chela. y como tù, yo tambièn he apostado por el arte. sigamo en esa gran travesìa, traveìa que por cierto me ha llevado a hacer mis blogs que ya conoces.

    un abrazo mi chabe y hasta la pròxima.

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  16. Ya hace varios dias habia leido tu post, y crei haberlo comentado… sin embargo debo haber hecho una omision involuntaria ante la cantidad de imagenes que volvieron a mi mente como una sonora cachetada.
    Y es que esos años dolieron, y nos dolieron a todos los que estuvimos en el Peru, si a alguien le dolio mas, o le dolio menos, no creo que exista una manera objetiva de medirlo.
    Y la verdad es que sigue doliendo, como diria mi abuelo, es una vieja herida de esas que nunca cierran, y no hacemos nada por curarla.
    Te agradezco el compartir con nosotros estas invalorables memorias, y me permito quedarme con una frase en especial «Se lo debemos a todos nuestros muertos, pero también a nuestros hijos.»
    Un abrazo.

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  17. Me gustó mucho leerte en esta crónica. Creo que me interesa especialmente porque el tema es cercano a casi todos nosotros.
    Hay algo triste además. Pienso que, si todo sigue igual, cuando Mili crezca y estudie historia en el colegio, será poco probable que se preguntara ¿qué fue lo que pasó aquí? porque se nos educa para no cuestionar, para aparentar que todo está bien, o que es deber de alguien más… hasta que viajas y lo ves por ti misma, la pregunta por todos lados, como si uno abriera los ojos recién.
    Pero ojalá que sea mejor el mundo que viene, ojalá que sí.

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  18. aparentar que todo está bien…, he ahí las palabras que resuenan, sin embargo yo agregaría a lo que dice antonio. ojalá no, ojalá no, ojalá no. todos desde nuestro lugar, así parezca que no contribuímos en nada con el cambio mundial, siempre podemos hacer algo, siempre…
    y no se trata de falso optimismo, o de fe sin sentio, creo firmemte que siempre se puede hacer algo. para empezar, con nuestra actitud, ya lo demás debe ser consecuencia.

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  19. Muy bien escrito con mucho sentimento. Se puede sentir como han estado estas años horribles, los cuales también mi esposa y su familia han vivido.

    Saludos desde Holanda,

    Ralph Mens

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  20. Querida María Isabel:
    Tu crónica muerde el alma y nos obliga a una reflexión más sobre lo sucedido. Nunca habrá una sola respuesta, una sola interpretación, pues cada uno la hará desde el bando al cual pertenecía. Los periodistas, principalmente, mayoritariamente, sufrimos el acoso del terrorismo de Estado, desde Uchuraccay hasta el homicidio de Melisa Alfaro. La pregunta que siempre me hago es: ¿como hicimos para no dejar el oficio?… ¿qué nos alentaba a trabajar en esas condiciones? Con apagones, coches-bomba y petardazos, con desapariciones, arrestos, etc., estábamos allí cubriendo información, haciendo artículos, diagramando, fotografiando. Fuimos héroes anónimos, ahora somos los sobrevivientes con suerte, sobre todo después del silencio a que nos condenó la dictadura, con sus listas negras para no ser admitidos en ningún medio de prensa; exiliados muchos, retornamos al país para luchar contra el absolutismo y lo logramos. La censura ha cambiado poco, aunque se ha vuelto más sofisticada. Pero, como dice un poema de Arguedas: ¡Somos todavía!… ¡Kasqaniraqmi!… y nunca olvidamos…

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  21. Me encantó tu artículo. Realmente eso de que «El Chino nos hizo este puente» lo he escuchado también, ahí refundido entre Oxapampa y Pozuzo. Me lo has hecho recordar.

    Y sí, la ‘guerra interna’ fue y es algo que no nos deja (por más que algunos se esmeren en decir ‘terminó’), pero seguimos con los 2 o más Perús de antes.

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